Había una vez un grupo de estudiantes de una escuela secundaria que estaban aprendiendo sobre robótica educativa. La maestra a cargo, Miss Lili, sabía que la tecnología avanzaba rápidamente y que era importante enseñar a los estudiantes no solo a programar robots, sino también a ser éticos y socialmente responsables.
Un día, la maestra les propuso un desafío a sus alumnos: crear un robot que pueda ayudar a la comunidad. Los estudiantes estaban emocionados por la tarea, pero pronto se dieron cuenta de que no era tan fácil como pensaban. Necesitaban decidir qué problema en la comunidad querían abordar y cómo podrían diseñar un robot que lo resolviera.
Uno de los estudiantes, llamado Carlos, sugirió que podían crear un robot que ayudara a las personas mayores a cruzar la calle de manera segura. Los demás estudiantes estuvieron de acuerdo y comenzaron a trabajar en el diseño del robot.
Pero Miss Lili les hizo una pregunta importante: ¿cómo podrían asegurarse de que el robot no causara accidentes de tráfico? Los estudiantes se dieron cuenta de que necesitaban programar el robot de manera que no interfiriera con el tráfico y que solo ayudara a las personas mayores cuando fuera seguro hacerlo.
Otro estudiante, llamado Sofía, se dio cuenta de que el robot también podría ayudar a las personas con discapacidades visuales, y sugirió que el robot podría tener una función de audio para guiar a las personas a través de la calle.
Los estudiantes estaban aprendiendo sobre ética y responsabilidad social en acción, y se dieron cuenta de que sus decisiones de diseño podrían afectar a las personas de la comunidad. Trabajaron juntos para asegurarse de que su robot fuera seguro y útil para todos.
Finalmente, los estudiantes presentaron su robot a la comunidad y recibieron muchos elogios por su diseño ético y responsable. Miss Lili estaba orgullosa de sus estudiantes por haber aprendido una lección importante sobre cómo la robótica educativa puede ayudar a fomentar la ética y la responsabilidad social.
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